Los torneos europeos tienen una dualidad muy curiosa entre Campeonato y Copa. Para jugar el campeonato debes tener un rendimiento excelente durante toda una temporada y obtener el ascenso a la categoría superior, hasta llegar a la máxima en donde el objetivo es primero permanecer, y poco a poco mejorar la posición luego. En la Copa basta con estar inscrito en alguna categoría, ganar un par de eliminatorias para avanzar, y sin darnos cuenta podemos ver un equipo de tercera categoría enfrentarse al campeón de la máxima.
Aquí está el gran problema de la Copa, precisamente lo que la hace interesante para muchos. Para un equipo pequeño de tercera o segunda, es un gran honor viajar a estadios míticos y enfrentarse a equipos estelares, con el sueño de ganar un trofeo para mostrarlo orgullosos en las vitrinas y acceder a la Copa UEFA, algo que no pueden lograr en la liga sin jugar en la máxima categoría. Pero, ¿qué significa para el equipo grande? Un club que tiene que jugar cada tres días, que busca ganar el campeonato pero también la gloria europea, y por consecuencia debe mantener sus fuerzas frescas. ¿Qué lo puede motivar a esforzarse por un torneo que al máximo le ofrece un puesto en Copa UEFA? Ya está jugando probablemente en la Champions y pelea por los primeros lugares del campeonato, la UEFA significa premio de consolación.
El honor de llevar el escudo glorioso del club en el pecho debería ser razón suficiente para sudar la camiseta, pero ese orgullo lo sienten pocos. Aquí debe haber un manejo muy especial de parte del entrenador para lograr esa motivación en sus jugadores. Porque un jugador que es considerado inferior a los titulares habituales se puede sentir ofendido o desmoralizado si se usa solamente para llenar esos vacíos en la pobre copa, mientras los titulares descansan para el juego importante. Incluso tácticamente debe haber un rendimiento de los suplentes que no juegan con continuidad, para mantener el mismo orden en el campo cuando se cambian diversos jugadores.
Durante esta semana se jugaron varios partidos de las “Copas” con resultados interesantes, que reflejan exactamente lo que les acabo de contar. Liverpool y Chelsea quedaron eliminados por equipos notablemente inferiores (Tottenham y Burnley respectivamente). Arsenal avanzó usando un equipo casi sub-21 (jóvenes pero motivados, y seguramente mejores que el Wigan). El Barcelona ofreció una presentación modesta (muy lejos de la fiesta de goles habituales de esta temporada) y avanzó con dificultad, aún usando varios titulares (falta de motivación también). Villarreal quedó eliminado luego de recibir una goleada 5-0 en la ida (humillación) y empatar apenas 1-1 en la vuelta. Pero merece un comentario aparte la vergüenza del Real Madrid. Perdieron la ida contra el “Real Unión de Irún” 3-2 y en casa ganaron sufriendo 4-3 quedando eliminados, mientras nuevamente el Bernabéu aplaudía al rival.
Habíamos dicho hace una semana que la culpa de la crisis blanca era un poco de todos, incluidos jugadores que no rinden, entrenador que no encuentra soluciones a las adversidades, y presidente que no satisface los requisitos del entrenador. Esta vez vamos a lanzar un peso aún mayor al presidente, porque si todos comparten culpas, las suyas son las mayores.
Desde que Calderón contrató a Schuster me pareció una mala idea. No por Schuster sino porque estaban despidiendo a Capello, del cual soy fiel admirador. En 14 temporadas entrenando un club de primera división ha obtenido el título 8 veces, con varios segundos lugares. Y hablo de dos de los “tres príncipes” de Europa (como dijimos en el tema anterior de este blog): la Serie A italiana y La Liga Primera española. Además ha ganado también la Champions League, y ahorita ha levantado el nivel de la selección inglesa luego de encontrarla en crisis absoluta. Pueden decir lo que quieran pero los números hablan claro, y dicen que el entrenador italiano es mejor que el alemán.
¿Qué le cruzó por la cabeza a Calderón cuando lo despidió entonces? La idea que le dejó a todo el mundo era de estar satisfecho con el trabajo de Capello, pero quería un entrenador que asegure resultados y juego más fluido, para enamorar a la afición blanca. Pues Schuster no hizo eso tampoco y Calderón tiene ahora una situación interesante. No ha cumplido ninguna de las promesas electorales, sus decisiones se han demostrado erradas, e incluso ha obtenido resultados peores a la gestión precedente (peor que el fracaso galáctico es decir mucho!!). No hay absolutamente nada a favor de su trabajo. Despedir a Schuster ahorita es un error, porque debió prever los problemas antes y preparar mejor la temporada, comprar los refuerzos necesarios, o simplemente despedir al alemán en el verano y comenzar bien desde el principio. En otras palabras, ser verdaderamente el presidente y no una caricatura ridícula de periódico (ver los “Marcatoons” en Marca.com). Ya es muy tarde para remediar esto y se vio claramente en la Copa, porque no hay justificación para que el campeón de España sea eliminado por un equipo de tercera. Y son 16 años sin ganarla.
Hace una semana dijimos que estaban “fuera de nada pero en el precipicio de todo”, como estaba escrito en el periódico AS. Pues la Copa fue el empujón final, y están fuera de un torneo. La Liga es larga y tienen muchos partidos por delante, pero la Champions no. Dos juegos les quedan para clasificar y evitar otra vergüenza, pero no creo que sobrevivan a los octavos. Así queda solamente el campeonato español para defender y este año hay competencia, a diferencia de las dos últimas temporadas. Lo siento por mis amigos madridistas, pero esta temporada van a necesitar más que un milagro. La Copa de la verdad ha hablado.
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